Cuando desde Murcia se conduce a Cabo de Gata por la A7 sorprende la sequedad extrema de sus montes. Kilómetros y kilómetros de pequeñas colinas superpuestas unas sobre otras como cráteres surgidos hace millones de años. Estepa, ni un árbol, ni una casa, tampoco cultivos, es un paraje desértico de muchos kilómetros. Es un paisaje sobrecogedor, pintoresco, tan especial como el cercano desierto de Tabernas donde muchos cineastas han grabado películas.
De golpe, ya cerca de Vera, surgen algunas casas y cruces de caminos, y un mar de plástico compuesto por infinidad de invernaderos junto a la costa. ¡Qué maravilla y qué milagro! Del desierto crecen las verduras que come media Europa.
A lo largo de la costa, desde Carboneras a Cabo de Gata se combinan grandes masas de invernaderos con caminos que van a las playas salvajes o a los pueblos de la costa: playas de Vera, Garrucha, Mojacar, San José o Las Negras y por el camino calas donde a veces, no se llega en coche. Quisimos ir a la Playa de los muertos, al lado de Carboneras, pues todas las guías decían que era tan bonita. ¡Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que el acceso estaba inundado de coches! Pasamos de largo. Ya el día anterior fuimos a la cala de San Pedro al lado de Las Negras que solo tiene acceso por mar y no había ni un palmo de arena libre, no quisimos repetir la decepción. Pasamos de largo. Definitivamente no se puede viajar en agosto pues todo está masificado. Llegamos a Aguamarga y estuvimos mejor. Pueblecito de casas blancas y una buena playa de arena fina. Mucho mejor que la playa de las Negras, llena de cantos rodados y pedruscos. Aguamarga es un pueblo de casas blancas y tiendas chic. Así como Las Negras es el «Ibiza» almeriense, Aguamarga tiene el chic del Cadaqués actual: armonía arquitectónica, pequeños restaurantes y bonitas tiendas.