Níjar, barrio de los alfareros. Bajos cerrados que ya no son taller sinó humildes viviendas. Ya llegando al centro, a mano derecha surge una tienda llena de cerámica y productos de esparto. Aquí quiero entrar, eso es lo que busco. Entro sigilosamente, no hay nadie, pero las estanterías están abarrotadas de cuencos, jarras, boles, jarrones, tiestos, con los colores y pinceladas tradicionales de la alfarería de Níjar.
Llamo, grito:»Hay alguién» y por fin sale un hombre de mediana edad, Martín, y me explica el porqué de esos colores y de esos adornos típicos de la alfarería de la zona. Los topos eran inicialmente, las huellas dactilares hechas con la pintura; y el goteo, la lluvia de pintura hecha con las manos sobre el barro.
Un diseño muy antiguo, pero que de tan antiguo y primitivo es de lo más moderno. Martín distribuye por toda España y también exporta al extranjero: en un aparador de una tienda de moda muy chic de Barcelona, vi yo distintas piezas de Níjar.