Irlanda, The Wild Atlantic Way

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La Irlanda salvaje del oeste es lluviosa y fría. Montse y yo vivimos en el campo, en Riverside, cerca de Sligo. Rodeadas de ovejas y terneros porque los pastos crecen fértiles en las colinas de la vieja Eire, disfrutamos del frescor y el verde en pleno mes de agosto.

La llegada fue terrible pues el avión aterrizó con retraso y tuvimos que buscar el coche en un gran parking muy lejos del aeropuerto. Y ya nos veis a Montse y a mí deambulando por la oscuridad buscando un destartalado Skoda Octavia, que nuestra amiga nos dejaba amablemente para que recorriéramos Irlanda. Y sin mapa ni guía nos fuimos hacia el norte porque hacia el norte estaba Sligo. Sin embargo,  teníamos que ir hacia el oeste y ahí fue donde nos perdimos. Entonces, paramos en una gasolinera, preguntamos, compramos un mapa y a las dos de la noche atravesamos la isla y giramos hacia el norte para , finalmente, llegar a nuestro destino. El viaje fue tenso y agotador, conduciendo por la izquierda y con miedo a perderme en la noche fría y lluviosa irlandesa. Pero Montse estaba animada y fue una buena copiloto. Cuando pareció que llegábamos a Riverside nos asustamos: en el arcén de la carretera, a ambos lados, aparecieron multitud de cruces blancas, fluorescentes, que recordaban alguna ánima perdida en los bosques… ¡Qué miedo! ¡Por Dios! ¡Parece que esto sea el fin del mundo! y recordé la escena de Apocalypse Now cuando el protagonista -un guapísimo Martin Sheen-, navega por el río y en plena noche es llevado en barca a ver al loco coronel Kurtz….

Cogimos un camino, luego otro, y en medio de la verdura allí a la derecha, apareció la casa: ¡Salvadas! Eran las tres y media de la noche pero la adrenalina salía por los poros y ni el cansancio ni la distancia nos amedrentaba. Cogí la llave, salí del coche…¿sería esa realmente la casa? Pues sí, la llave giró y apareció un salón confortable, ¡ya habíamos llegado a nuestro hogar irlandés!