¡Anhelada vida de pueblo! Las cosas ocurren lentamente en mi pueblo andaluz, no hay grandes superficies ni colas de autobús, solo dos tiendecillas que suministran lo esencial. Nos armamos de paciencia cuando se acaba el azúcar porque aún no ha subido el repartidor, pasas por el kiosko y aún no ha llegado el diario, entonces decides ir a la carnicería. Te sientas porque hay una clienta y solo un dependiente y esperas a que la señora acabe de pedir un «poquico» de cerdo, unas alitas de pollo, sus 100 gramos de salchichón y 200 de jamón, su hamburguesa y su perejil… ¡por fin me toca a mí!
No hacemos cola en el autobús porque, sencillamente, no hay autobús, por lo que cuando quieres ir al pueblo de al lado, que está a 10 minutos, pagas 10 euros al taxista por ir, y 10 euros por volver. ¡Vida de pueblo!
En mi pueblo andaluz las cosas son como son. Vas a una oficina del ayuntamiento y el funcionario no está: «vuelvo en media hora» dice el cartel; y vuelves y sigue el cartel diciendo «vuelvo en media hora», y te preguntas «¿Cuántas medias horas hay? » y me voy del ayuntamiento y casi choco en la puerta con una señora que iba a entrar. Observo que media puerta está cerrada ¿Por qué? Lo pregunto y solo me responden «es costumbre» y le digo a un funcionario que está fumando un cigarrillo «¿Por qué no abren las dos hojas de la puerta y así entramos y salimos dos personas sin problemas?» Y me dice «¿Por qué lo digas tú?» «No,» contesto «porque es lo lógico, nunca he visto un ayuntamiento con media puerta cerrada sin motivo, solo «por costumbre»; y es que parece que se tiene que elevar un pestillo que la ajusta al suelo y eso… ¡es demasiado cansado! ¡Vida de pueblo!
En el pueblo hay pocos coches, pero ¡cuidado! ármate de paciencia y aprende a hacer maniobras pues en todas las calles hay doble circulación y aparcan los coches en calles estrechas. Te puedes encontrar conduciendo a tu casa, que te venga un coche de cara y haya otro aparcado a tu derecha ¿Qué haces? ¡colapso! Ármate de paciencia, haz marcha atrás, párate donde la calle se ensancha, ¡ojo! cierra los espejos laterales, y deja pasar al otro coche. ¡Ah! y eso sí, el que ha aparcado su coche en la entrada de su casa duerme plácidamente su siesta.
¡Y es que no hay nada como la vida de pueblo!